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Érase una vez un brujo llamado Aldo y su gato, Gus. Vivían en un pequeño pueblo en medio de un bosque oscuro. Aldo era un brujo amable y gentil, y Gus era un gato leal y juguetón. Eran mejores amigos y se querían mucho. Un día, un grupo de soldados llegó al pueblo. Estaban dirigidos por un hombre llamado el Gran Inquisidor. El Inquisidor era un hombre cruel y desalmado que odiaba toda magia. Había venido al pueblo para quemar a todas las brujas, brujos y magos. Aldo y Gus sabían que el Inquisidor vendría por ellos. Se escondieron en el bosque, pero el Inquisidor los encontró. Arrestó a Aldo y se lo llevó para quemarlo en la hoguera. Gus estaba desconsolado. No sabía qué hacer. Gus decidió ir tras Aldo. Viajó a la ciudad donde el Inquisidor tenía prisionero a Aldo. Se coló en la prisión y encontró la celda de Aldo. Aldo estaba débil y cansado, pero estaba muy feliz de ver a Gus. Gus ayudó a Aldo a escapar de la prisión. Huyeron de la ciudad y regresaron al bosque. Finalmente estaban a salvo. Aldo y Gus vivieron felices para siempre.
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